lunes, 18 de octubre de 2010

Llego



Hay muchas cosas que no me gustan de las carreteras. El ruido, quizá, sea el más molesto. Ese portentosa arrogancia con que irrumpen en un espacio que no es suyo, ese lento vibrar del aire en el verano que no deja que los pies salgan ilesos. Pero hay cosas que si. Me gusta que sean eternas y que se acaben. Me gusta saber que luego de tanto camino mirando al cielo llegará un momento en el que los pies comiencen a tropezar con piedras, a llenarse de polvo; que comience la lluvia y que el caminar se haga más lento para no tropezar, pero más rápido para no mojarse. Que se oscurezcan los árboles y sus brazos saluden alicaídos por el viento y el agua...que de a poco de sus ramas caigan los aromas del eucalipto, la araucaria y el alamo; que su esencia sea tran profunda que pese sobre los ojos y en el sueño me acurruque bajo su alero.