Se suicidó el pequeño.
No lo conocía muy de cerca. Nunca hablé con él más allá de un saludo de cortesía cuando lo veía en el huerto de acelgas que tenía con mi papi. Era extraño saludarle. Con la más afable de mis sonrisas esperaba la misma respuesta luego del buenos días-tardes-noches. Pero nunca lo hizo. Siempre fue una especie de estupefacción, como de no saber como responder. Pequeño, moreno, ojotas, chupalla y arrugas en el rostro curtido por el sol de quizá cuantos veranos en el campo.
No sé bien que sentir.
2 comentarios:
Brijido
supongo que si lo hizo fue porque así lo quería, o tal vez porque en verdad lo necesitaba, o no?
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