Son dos las manos corriendo polvorosas por la cara para despegar la húmeda confusión de la neblina al despertar. El camino es angosto como cansadas las piernas de recorrerlo, aún así ambos son fuertes, incólumes, despiertos. Reverdecientes siempre como la vida misma que escapa de su canto al vibrar el paisaje, la leche caliente y la imitación del quirquincho de cuerda doble que son sus compañeros de siempre en la montaña, de alba a alba, de sol a sol, de sombra a sombra. No sabe si es de aquí o es de allá, no hay un limite definido para los sueños de su pueblo, ni para sus más secretos deseos. Su país no es ni largo, ni angosto, no sabe si tiene mar,aunque a veces, en sueños, lo oye rugir. pero no lo conoce. Su país no ha ganado guerras, ni las ha luchado. Su país es su tierra y su gente. Su tierra la preside un tímido grillo que por las noches vela por su suerte.
Las grietas de sus manos que vienen a ser como toda su historia, suelen llenarse de un polvillo rojizo, pesado y un poco melancólico que resuelve siempre sus finales en el fondo de un pozo que acumula impasible la memoria de todas las grietas, que lava el dolor de todos sus muertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario